El 15 de mayo se celebra la festividad de San Isidro, patrón de los labradores y de mi ciudad natal, Madrid. Isidro nace allá por el año 1080. Entre sus milagros, se le atribuye la subida de las aguas que salvaron a su hijo de las profundidades de un pozo y la ayuda de los ángeles para arar el campo mientras el labrador rezaba. De origen mozárabe, a más de uno le sorprenderá descubrir que nuestro patrón no es un verdadero gato, como muchos de nosotros.
En esta fecha también se conmemora otro acontecimiento, aunque resulte más desalentador. Para los palestinos, este día se conoce como el comienzo de la Nakba: el inicio del éxodo de miles de palestinos, las tres cuartas partes de un pueblo, tras la declaración de Independencia de Israel en 1948. Después de 62 años, la gran prueba de aquella desgracia la representan los 7 millones de palestinos repartidos por el mundo. Constituyen la mayor población de refugiados y la más prolongada en el tiempo.
En Madrid, celebramos ambos actos al unísono. Durante el fin de semana, se han sumado a la celebración cientos de ciudadanos a la festividad del patrón y también, se han organizado actividades para refrescar nuestras memorias. Las fotos que acompañan este texto son del barrio de Estrecho. Gracias a las asociaciones FERINE y Comunidad Hispano-Palestina "Jerusalén", este barrio da cabida a expresiones culturales de los variopintos ciudadanos que la habitan.
Así como podemos encontrar a una pareja bailando un chotis en un improvisado tablao, también otros jóvenes organizábamos muy cerca la conmemoración de la Nakba fabricando cometas con la bandera palestina y dibujando Handalas para nuestro pequeño encuentro en Plaza España. Los bailes intercalaban canciones tradicionales con música moderna y así como se mantenían las costumbres intactas, también cedían protagonismo a las nuevas generaciones que se movían a ritmo de Lady Gaga.
Los participantes de la fiesta se preparaban en el mismo local donde nosotros fabricábamos nuestras "armas para el recordatorio"; nos daban ideas sobre cómo hacer las cometas y nos felicitaban por las caricaturas que recortábamos a costosos tijeretazos.
Madrid y su ebullición aún siguen sorprendiéndome. Volviendo a casa me convencí de algo: si aún creamos espacios para el entendimiento y la memoria... no hay motivos para la desesperanza.