Para los que nunca hayan visitado Siria, es difícil
imaginar un mundo de sensaciones, olores y sabores tan diferentes a los que
estamos habituados en Madrid. Y para los que nunca hayan visitado Homs, es
imposible entender por qué una ciudad tan aparentemente insignificante
comparada con Damasco esté protagonizando tantas protestas multitudinarias o
por qué los jóvenes han perdido el miedo a morir.
Con este post quiero acercaros la
historia de este lugar tan especial del oeste de Siria, a camino entre la capital
y Alepo, ciudad de mis antepasados que se remontan a los primeros musulmanes
que vivieron en Homs. Y como se que si el tiempo me lo permitiera me extendería
indefinidamente, voy a limitarme a su historia, a los espacios emblemáticos y a
sus habitantes.
Historia
Antes de que los romanos la llamaran Hemesa, el geógrafo e historiador griego Estrabón escribió en su obra Geografía sobre una tribu llamada “Emesani” que vivía alrededor del río Orontes y del que heredó su nombre. Durante la dominación romana, fue conocida por su culto al Dios Baal, el dios de la Tempestad y de la lluvia, y sin extenderme mucho sobre las disputas por el control de la ciudad dentro del imperio romano, hay que destacar una etapa de esplendor bajo el dominio del emperador Lucius Septimius Severus, ya que se casó con una dama de alta estirpe de la época llamada Julia Domna, originaria de Hemesa, de la que se dice tenía descendencia árabe. Existe un restaurante en Homs llamado Julia Palace en honor a esta mujer que logró gran influencia sobre el emperador.
La cristiandad se estableció en
Homs bajo el imperio Bizantino hasta la llegada de Umar ibn al-Khattab y Khalid
ibn al-Walid en el año 637, este último conquistando Hemesa en poco tiempo y
convirtiéndola probablemente en la primera ciudad en Siria en albergar una
extensa comunidad musulmana. Las primeras divisiones entre los partidarios de
los Omeyas y los partidarios de Ali ya despertaron la leyenda combativa de los
habitantes de Homs, que se revelaron primero en apoyo a Ali, luego en contra
del último emperador Omeya Marwan II, y más tarde también contra la dinastía
Abasí.
A partir de entonces, se suceden
continuos enfrentamientos contra las autoridades establecidas en las grandes
ciudades, los cuales temían, ya desde entonces, el poder que los musulmanes
chiíes tenían frente a los suníes o cristianos. Este miedo provocó la primera rebelión de los
cristianos en Homs en octubre del año 855 bajo el dominio de al-Mutawakkil, que
no dudó en mandar una expedición para expulsarlos, quemar iglesias y matar a
los líderes que la habían promovido.
Después de varias conquistas por
parte de los Tuluníes, los Cármata y los Hamdanidas, estos últimos se
establecen definitivamente en Homs en el 1016. El geógrafo Al-Masudi destacó la
belleza interior de los habitantes de Homs, aunque otros como al-Muqaddasi se
lamentaban de que hubiesen convertido la inmensa mayoría de las iglesias en
mezquitas. Volvió a ser invadida por los bizantinos en el siglo X, y
restauraron las mezquitas en iglesias. De nuevo retornan los Hamdanidas, pero
la población local inclinada hacia el lado chií, siente simpatía por los
fatimíes de Egipto, que tenían también bastante influencia en el norte de Siria
y en Irak. Provocó otro levantamiento de los suníes liderado por Aq Sunqur
al-Hajib de la dinastía turca selyúcida en 1090.
La primera cruzada comienza en
1096 que logró conquistar la ciudad pero que en seguida volvió a ser
reconquista por los selyúcida, cuya órdenes respondían al poder establecido en
Damasco. Pronto se convirtió Homs una fortaleza inexpugnable, cayó sin embargo
bajo dominio de Nur al Din en 1149. En
1154, el geógrafo hispanomusulmán nacido en Ceuta, Al-Idrisi, reportó valiosa
información sobre la ciudad y sus habitantes: “es una ciudad con numerosa
población, tiene las calles pavimentadas, posee largas mezquitas y centros
comerciales con productos de toda clase. Su habitantes son tranquilos y es
fácil convivir con ellos, sus maneras son agradables y sus mujeres hermosas.”
Saladino, no sin encontrar resistencia en una legendaria batalla, se hizo con
el control de la ciudad en el 1175 con la reconquista del Crack de los
Caballeros y establece la dinastía ayubí, de origen kurdo hasta el 1262.
Homs se debilita políticamente
bajo el poder del sultán mameluco Baibars, en su lucha por mantener alejados a
los cruzados y a los mongoles a finales del siglo XIII. El famoso viajero Ibn
Batuta destacó los númerosos árboles y la incansable actividad comercial durante
su visita a Homs en 1355. Poco a poco fue sometido a las órdenes de Damasco.
En 1516 se incorpora al imperio
Otomano, y a pesar de mantener la prosperidad en la agricultura y la ganadería,
cae en decadencia por su gran dependencia del Shams y los continuos intentos de
asalto de las tribus beduinas. Quizá ese sabor de derrota, de sentirse siempre
bajo las órdenes de actores externos, de no poder gobernarse a si mismos, los
convierte en constantes insatisfechos y beligerantes frente a los poderosos y
se resisten, también acercándonos ya hacia la actualidad, a la Dinastía
Muhammad Ali que no duda en destruir la ciudadela de Homs en represalia durante
el siglo XIX, como también se resistieron al mandato francés en el pasado
siglo.
Espacios emblemáticos
Homs está construida a lo largo
del río Orontes, donde la tierra es fértil. Al entrar en la ciudad desde
Damasco, uno se encuentra con un espectáculo muy extraño: los árboles que
embellecen ambos lados del asfalto se encuentran inclinados, como la Torre de
Pisa en Italia. La explicación se debe a su situación geográfica, muy cerca de
la costa y con ninguna formación rocosa que lo aísle, el aire del mediterráneo
penetra hacia la ciudad, provocando esa inclinación de los árboles que desde
que brotan son acariciados por la brisa, y es también la causa del clima tan favorable
del que presume Homs.
Quizá el lugar más emblemático de
Homs sea el Crack de los caballeros, localizado a las afueras de la ciudad,
fortaleza inexpugnable que fue escenario de numerosas batallas entre los
cruzados y los musulmanes. Dentro de la ciudad, la plaza más famosa de Homs es
la de el Reloj Nuevo, ahora rebautizado como la Plaza de la libertad desde que
los manifestantes se congregaron por primera vez para pedir la caída del
régimen el 18 de abril.
También la mezquita de Jaled Ibn
Walid es un lugar indispensable para visitar por su belleza y porque simboliza,
como ya he mencionado antes, ese espíritu guerrero que caracteriza a la ciudad.
Dentro de la mezquita, se encuentra el propio mausoleo del difunto
conquistador, personaje mítico donde los haya del que dicen tenía la piel
cubierta de cicatrices por las innumerables batallas que emprendió en nombre
del Islam.
Entre las iglesias, destaca la de
San Elías y la de la Iglesia de la cinta de Nuestra Señora, famosa por acoger
entre sus paredes un pedacito de tela que tejió la propia Virgen María. Tampoco
podemos olvidar el antiguo zoco con el típico Hammam árabe. Al pie de la
entrada al zoco, se alza todavía el “Reloj Viejo” que da nombre a la plaza del
centro neurálgico de Homs, ya que desde ese punto también se puede acceder al
núcleo de la ciudad.
Otro edificio emblemático de la
ciudad es el “City Center”, ubicado frente al reloj viejo y que alberga locales
de negocio. Cerca del zoco, las calles comienzan a estrecharse, nos adentramos
en la parte más antigua de la ciudad, donde aún se conservan los emblemáticos
edificios de piedra negra: el barrio cristiano. Esta zona alberga las iglesias
más importantes ya nombradas y es donde se desarrollan las celebraciones de los
cristianos en Navidad y en Semana Santa.
La calle Al Dablan es la calle
comercial como en Madrid sería la Gran Vía. Durante el último año se han
desarrollado obras para ampliar la calzada puesto que cada jueves por la tarde,
muchos jóvenes y no tan jóvenes se lanzan a recorrerla para disfrutar del
comienzo del fin de semana, charlando, comprando helados en su famosa heladería
o incluso persiguiendo a las chicas.
Entre los restaurantes que
recomiendo encarecidamente se encuentra el Julia Palace, más información aquí(en árabe) y el Agha, que se encuentran en el barrio de Bustan Al Diuam. Son
famosos porque se asientan en antiguos palacetes de arquitectura tradicional:
edificios de varias plantas con amplias habitaciones de techos de piedra negra
y patio central. Pero también son
famosos otros lugares de ocio como los de la calle Al Hamrá, cercana a El
Dablan: La luna, Troya... restaurantes modernos donde se puede cenar o tomar
refrescos. Se respira un clima más joven y desenfadado.
Ahora que ya hemos profundizado
en los lugares que los visitantes de Homs no deberían perderse, me gustaría
hacer una descripción más proustiniana de su gente, quizá un poco más subjetiva
de lo que he sido hasta ahora.
Su gente
De las personas con las que he hablado, casi todas coinciden en que lo que más les gusta de Homs es su gente. No saben decir en qué se diferencian del resto: unos que son más abiertos de mentalidad, otros que es son más amables con los demás, otros que están más locos. Los homsis tienen esta fama porque al parecer, se hacían pasar por locos para no ser seleccionados por las tropas francesas para cumplir el servicio militar. Esto ocurría los miércoles y por tanto, todos los sirios saben que los homsis actúan como locos ese día.
Los homsis también son, como para
nosotros los habitantes del Lepe, los protagonistas de los chistes verdes. Se
escriben ríos de tinta hablando de las supuestas ocurrencias de los homsis,
también conocidos por su creatividad y espontaneidad. Se dice también que las
mujeres más hermosas son las de Homs, representadas por un modelo de belleza de
piel blanca, grandes ojos y boca pequeña.
Pero lo que yo destacaría de los
homsis es la sencillez. Eso es lo que los hace únicos porque son capaces de
hacer grandes cosas con muy poco. Tienen una capacidad innata para reinventarse
y reirse de sí mismos. Han demostrado a lo largo de la historia una gran
capacidad de resistencia frente a las adversidades y siempre han encontrado la
manera de mantener su actividad cotidiana. No es que sean especialmente positivos,
pero cuando se aferran a lo que aman son capaces de hacer lo que imaginábamos
imposible.
Dedico este post a todos los jóvenes que conocí en Homs este año, porque
ya lo vaticinaba cuando cayó Hosni Mubarak: son la generación de jóvenes más
prometedora que ha conocido Homs, porque están formados y aferrados a unos
principios muy sólidos, porque saben que lo que exigen es justo y son lo
suficientemente valientes para dar su vida a cambio.