20 junio 2010

Sobre los puentes que dejamos sin construir

Si algo recuerdo de mi viaje a Londres es la visita al Tower Bridge, el emblemático puente que cruza el río Támesis. En la pasarela superior que une ambas torres se ubica una exposición fotográfica de los puentes más famosos de todo el mundo. Así conocí el iluminado puente Khaju en Isfahan (Irán) o recordé haber oído hablar del Ponte dei Sospiri de Venecia desde donde los prisioneros veían por última vez el cielo y el mar.

Según la definición de wikipedia, un puente es una construcción, por lo general artificial, que permite salvar un accidente geográfico o cualquier otro obstáculo físico. Desde mi enfoque personal un puente es el intermedio entre dos márgenes, dos orillas que por razones dispares se encuentran alejadas.

Me gustan los puentes por esa idea de unión entre partes aisladas, por ese vínculo que ayuda a las personas a transitar de un lado a otro. También se puede aplicar a otros ámbitos de la vida. El software, por ejemplo, es un puente que nos ayuda a entendernos con el ordenador y sus códigos binarios.

Pero también existen otros puentes. Puentes que soportan el peso de ideas opuestas que tienden a separarse. Las personas también podemos ser puentes, puentes que comuniquen los puntos de vista de unos y otros. Puentes que se construyen piedra a piedra y que no se dejan arrastrar por la corriente.

La humanidad, en su afán por construir los puentes más hermosos, más largos y más sólidos del mundo ha olvidado por qué los levantó: para encontrarse. De la misma forma, las nuevas tecnologías han creado redes de autopistas de información sin precedentes en toda nuestra historia y sin embargo, cada vez son más las personas que se aíslan o que aíslan a los que son diferentes.

En pleno auge de la globalización, cada vez aparecen más personas anti-puentes: gente que piensa que lo suyo es más valioso, que su religión es la más tolerante, que su Estado es el más democrático, que sus costumbres son mejores que las del vecino. Personas que tienen miedo de los puentes como en la Edad Media, cuando se destruían por miedo a que los invadiesen. Entonces, como ahora, los puentes eran un punto de debilidad.

Por eso se dedican fervientemente a desprestigiar a las personas que participan en el entendimiento mutuo. En un mundo donde las industrias armamentísticas, las empresas de petróleo y el negocio de la droga manejan el dinero, los puentes son los auténticos enemigos del poder.

Dediquémonos a construir puentes naturales. Entendernos es el único camino por muchos obstáculos como ríos y mares se interpongan. Rechacemos lo que nos separa y dediquemos nuestros esfuerzos a buscar lo que nos une. Estoy segura que los puentes que surjan serán mas hermosos que todos los físicos que nos rodean.

1 comentario:

  1. me a gustado mucho este post lai.Seras una buena periodista :P

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