16 agosto 2015

Sobrevivir a los barriles de la muerte

Isidro Serrano Selva

Un equipo de MSF trata de salvar en Jordania a las víctimas de la guerra en Siria desde un hospital que se encuentra a tan sólo cinco kilómetros de la línea de fuego.


Cuando el silbido te taladra los tímpanos ya es demasiado tarde. Suena como un misil pero en realidad es mucho peor porque no están teledirigidos. El barril explosivo, una de las principales causas de muerte en Siria según la ONU, puede arrasar una manzana de edificios en apenas unos segundos. Normalmente caen dos al mismo tiempo. Son baratos de fabricar, pesan alrededor de 180 kilos y están llenos de explosivos y fragmentos de metal. Son transportados por helicópteros y lanzados al azar desde lo más alto posible para no ser atacados y causar el mayor número de víctimas.

"Más del 70% de los heridos que recibimos sufren lesiones y múltiples heridas a causa de las explosiones", afirmaba Renate Sinke en Julio, coordinadora del programa quirúrgico de emergencia de Médicos sin Fronteras (MSF) en Ramtha. Hasta este hospital jordano son evacuados los heridos de gravedad de la provincia siria de Deraa y hasta allí se trasladó EL MUNDO, situado a tan sólo cinco kilómetros de la frontera siria, en el norte del Reino Hachemita.

En las dos salas de operaciones del hospital, decenas de médicos desafían a la muerte desde su apertura en Septiembre del 2013. Allí no hay espacio para el odio, nadie sabe quiénes son los pacientes o qué hacían: lo único que importa es devanar el fino hilo que los separa del más allá. Algunos se quedan en la ambulancia o en el quirófano, pero muchos otros, milagrosamente, salvan la vida para volver al horror. "No podemos obligarles a quedarse en Jordania. Algunos fueron trasladados inconscientes y se despiertan aquí. Por eso alrededor de la mitad de los pacientes que sobreviven deciden volver a Siria", explica la doctora jordana Mayed AlAduan, que lleva medio año trabajando para MSF.

Volver al horror

Allí conocimos a Yunes, de 22 años. Las huellas de metralla en su cara dicen todo lo que no le permite su voz. Tiene la mitad del rostro cosido como un muñeco de trapo y tan sólo se asoma uno de sus ojos color miel. Apenas escucha con claridad las preguntas. Tiene las manos vendadas y el resto de su maltratado cuerpo oculto bajo la sábana. Catorce es su nuevo número de la suerte: son las veces que ha sido herido desde que comenzó el conflicto en Marzo del 2011. Lleva cuatro días en el hospital y los médicos no descartan volver a verlo tras darle el alta. "Algunos pacientes reaparecen en el hospital meses después de haberlos operado", reconoce una de las doctoras.

"Antes de la guerra, trabajaba en una empresa que vendía material médico en Damasco. Soñaba con tener una vida normal, casarme y vivir en paz en mi país. Pero en cuanto empezó todo me volví a Deraa", relata Yunes, el paciente que dice haber sido intervenido 14 veces y que recibió a EL MUNDO tumbado en una de las 40 camas que dispone MSF. Prefiere no decir mucho más. Sólo piensa que, pese a lo sufrido o precisamente para mantener viva la esperanza, la situación mejorará. No duda en declarar que volverá a Siria en cuanto se recupere. "Sé que habrá una decimoquinta vez".

Aisha, de 36 años, no está tan segura del futuro de Siria mientras se permita maniobrar a los aviones y helicópteros. Esta mujer de ojos celestes es madre de seis hijos y apenas lleva 5 días en el hospital. Pide que no se le fotografíe el rosto por miedo a que las autoridades sirias la reconozcan. Asegura que un barril explosivo destrozó sus piernas. No piensa en otra cosa que en regresar. "El más pequeño de mis hijos tiene un año y cada vez que hablo con él por teléfono no hace más que repetir: mamá, mamá. Volveré con mis hijos porque son mis hijos y volveré a Siria porque es mi país", dice con voz muy dulce pero firme.

El hospital de MSF se encuentra alojado en un edificio propiedad del Ministerio de Sanidad jordano. Las salas de operaciones y el equipo médico son compartidos por el personal sanitario de ambas entidades. Pacientes jordanos comparten espacio con víctimas de guerra. La mayoría de los pacientes adultos regresan a sus hogares. No desean permanecer en Jordania mientras sus familiares corren peligro en Siria. En cambio, los niños que fueron evacuados junto a sus progenitores tienen la oportunidad de rehacer sus vidas en Jordania.

Un traslado peligroso

La seguridad de saberse a salvo en territorio jordano no libra a los pacientes del ruido de las bombas. Las oyen caer y explotar a cinco kilómetros de allí. Entonces saben que llegarán más heridos. Se activa el mecanismo de evacuación en el instante en que los médicos locales deciden in situ que las lesiones sufridas son de tal gravedad que no pueden ser tratadas en territorio sirio. Los ataques indiscriminados hacen imposible el equipamiento quirúrgico adecuado.

El tiempo es fundamental pero el camino está plagado de checkpoints. Los coches, conducidos exclusivamente por locales -no hay personal de MSF en Deraa-, deben cruzar las áreas controladas tanto por el Ejército Sirio como por sus oponentes. "Después de tantos años, se ha conseguido un acuerdo de libre circulación de las víctimas más graves" recalca Anais, responsable del departamento de Asuntos Humanitarios de MSF, señalando un mapa del país.

Una vez cruzan la frontera de Tal-Shihab, al suroeste de Siria, son recibidos y tratados inmediatamente por la Defensa Civil Jordana. La gravedad de las heridas apremia y no hay tiempo para identificaciones. Los evacuados entran en Jordania bajo un estatuto especial y deberán registrarse como refugiados una vez se hayan recuperado y deseen permanecer en el país.

Si el cuadro clínico es muy complicado, son trasladados en ambulancia hasta el hospital de MSF en Ramtha. "Los pacientes sufren politraumatismos, siendo muy complicadas de tratar las heridas en cabeza y abdomen", explica la doctora Mayd AlAduan. "Sabemos que son barriles bomba por el tipo de lesiones y las marcas de metralla en el rostro y extremidades", revela. Según MSF, el 15-20% de los pacientes sirios que llegan al hospital son niños.

La resolución que no se cumple

Durante el mes de julio Médicos sin Fronteras ha visto un incremento en el número de pacientes víctimas de los barriles explosivos utilizados en la provincia de Deraa. La principal causa de la elevada cifra de muertos en lo que va de conflicto es debido a los ataques deliberados contra zonas residenciales, incluidos los bombardeos indiscriminados y desproporcionados, según declaraba el pasado 23 de junio Paulo Pinheiro, presidente de la Comisión Internacional Independiente sobre Siria.

Para evitar los embistes que se están cebando con la población civil, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó en febrero del 2014 la Resolución 2139 por la que se exigía el cese de los asedios en áreas pobladas, incluido el fin del lanzamiento de barriles de dinamita contra la población civil. Lejos de cumplirse dichas demandas, el lanzamiento de barriles se ha incrementado desde la aprobación de la medida según Human Rights Watch. No existen acciones legales contra los incumplidores porque no se recogieron en dicha Resolución

El riesgo de entrar en Siria por el caos que asola el país hace imposible el trabajo de miembros de organizaciones no gubernamentales que podrían paliar sobre el terreno el sufrimiento humano, así como impide el acceso a periodistas extranjeros que podrían documentar y dar voz a sus víctimas. Ante la incapacidad de la Comunidad Internacional de hacer cumplir su propia resolución, los barriles explosivos seguirán siendo una de las armas más mortíferas en el conflicto sirio.

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